EL MARXISMO EN LA UNIVERSIDAD

por

JEAN-MARIE SCHMITZ

1968

 

 

¿QUÉ HACER?

I. ¿Hace falta entrar en el movimiento para recuperarlo?

1. La reivindicación ideal, utópica

2. El Soviet tiene su versión estudiantil: la comisión

II. La acción a emprender

 

 

 A los ojos de algunos, no aparece claro que la inspiración de la insurrección estudiantil sea marxista. La bandera roja, la Internacional, los retratos de Trotsky, Che Guevara, Mao y las banderas del Vietkong que decoran la Sorbona, las declaraciones repetidas de los dirigentes del movimiento (“Nosotros no queremos una reforma, sino una revolución”): todo esto no les parece suficiente.

 Es, pues, importante desmontar la táctica marxista empleada en el desencadenamiento y la explotación de esta huelga.

 Para el marxismo, la LUCHA es la raíz de todo movimiento y de toda la vida; la dialéctica, que es “el estudio de la contradicción en la esencia misma de las cosas” (Lenin), es, como escribía Stalin, “el fundamento del marxismo-leninismo”. A partir de ella, el marxismo intenta exacerbar los conflictos sociales, raciales, nacionales... o suscitarlos cuando no existen, a fin de desencadenar las fuerzas antagónicas suceptibles, por su enfrentamiento, de hacer progresar el movimiento y, por lo tanto, la Revolución.

 Esta aptitud mental es esencial al marxismo; Mao-Tse-Tung ve en ella la condición para la vida del propio Partido:

 

“Si no existieran contradicciones en el Partido ni lucha para resolverlas, sería la señal de que la vida del Partido se habría detenido”.

 

 Así, no nos hagamos ilusiones sobre las querellas, a veces profundas, entre marxistas de diversas obediencias: castristas, maoistas, yugoslavos, trotskistas, P. C. F., etc*.. Todos ellos están de acuerdo acerca de la misma actitud mental: dialéctica, explotación de las luchas y las contradicciones.

 En el siglo XIX, en los países industrializados o en vía de serlo, la  fuerza revolucionaria por excelencia estaba constituida por el proletariado industrial porque era una dase sin “raíces” en el orden social.

 Es por esto, y únicamente por esto, que Marx se interesó por el proletariado:

 

“El Marxismo no aporta un humanismo sentimental y lloroso. Marx no se inclinó hacia el proletariado porque estuviera oprimido, para lamentarse de su opresión... El marxismo no se interesa por el proletariado en cuanto éste es débil (lo cual es el caso, de las gentes “caritativas”, de ciertos utopistas, de los paternalistas, sinceros o no) SINO EN TANTO CONSTITUYE UNA FUERZA

(el profesor marxista, Henri Lefevre).

 

 Sin embargo, hoy la Fuerza revolucionaria no reside sólo en la clase obrera. El marxismo sabe utilizar otras fuerzas: el patriotismo (China), los medios agrícolas (Cuba), las poblaciones subdesarrolladas. En Europa la JUVENTUD es una de estas fuerzas. ¿Por qué? Porque es “libre” al haber renunciado a toda herencia. No participa ya del mundo de los adultos; los gobiernos sucesivos han destruido poco a poco los valores esenciales sobre los cuales se funda toda sociedad: los valores personales, familiares, profesionales, racionales, religiosos, para instaurar en su lugar la dictadura del Estado totalitario.

 En el ambiente de esta juventud, los estudiantes resultan particularmente vulnerables; en efecto, no tienen responsabilidad alguna, social o política y, frecuentemente tampoco ninguna responsabilidad familiar. Nada hay, pues, que pueda vincularles a ese mundo al que ven marchitarse.

 Sistemáticamente, la prensa (incluso la católica) mantiene la lucha entre “el mundo de los jóvenes” y “el mundo de los adultos” bajo pretexto de conflicto de generaciones.

 Los jóvenes fueron tratados como eternos adolescentes, como si nunca les hubiera de llegar el día de alcanzar su responsabilidad de adultos.

 Separados de los adultos en la preparación de sus tareas profesionales y cívicas, verdaderos desarraigados sociales, estos jóvenes constituían la presa de los instigadores en la Revolución.

 Hacía falta hallar el punto de fricción que permitiera a los marxistas hacer de los estudiantes una masa revolucionaria, una fuerza que dirigir contra la sociedad. Ese hecho “revelador” que debía permitir a la masa estudiantil “tomar conciencia”; de sí misma, fue la crisis en la Universidad, de la que por lo demás se ha tratado abundantemente.

 Lo agudo del problema y la perfección del trabajo preparatorio permitieron desencadenar la acción revolucionaria.

 Pero lo que demasiada gente no llega a percibir es que esta acción revolucionaria sobrepasa en mucho la pretendida reforma universitaria de la que los marxistas se en; ¿en qué país de los actualmente comunistas se ha visto que las universidades sean libres? ¿De dónde les viene esta repentina obstinación por la autonomía?

 ¿Qué autonomía?

 ¿La de las universidades verdaderamente LIBRES?

 ¿O la autonomía de los grupos marxistas de presión, a fin de poder utilizar las finanzas públicas para la instauración de una Universidad Comunista, sin el riesgo de la tutela gubernamental?

 ¿Es que esta es, en el presente estado de las cosas, una hipótesis totalmente fantástica?

 Para un marxista, la reforma no es nada y la acción revolucionaria lo es todo.

 

“La reforma agraria es una lucha sistemática y feroz contra la feudalidad... Su objetivo no es dar tierra a los campesinos pobres ni atenuar su miseria, ese es un ideal de filántropos, no de marxistas. El reparto de las tierras y de los bienes puede aprovechar a los campesinos, pero esto no es el fin perseguido. El verdadero objetivo de la reforma agraria es la LIBERACIÓN DE LAS FUERZAS del país”.

(Liou Chao Tehi).

 

 Ya antes, había escrito Stalin:

 

“Para el reformista, la reforma lo es todo. Para el revolucionario, por el contrario, lo principal es el trabajo revolucionario y no la reforma. Para él, la reforma no es sino el PRODUCTO ACCESORIO DE LA REVOLUCIÓN. Es por esto que, con la táctica revolucionaria, en las condiciones de existencia del poder burgués, UNA REFORMA VIENE A SER NATURALMENTE UN INSTRUMENTO DE DISGREGACIÓN DE ESE PODER, UN INSTRUMENTO PARA REFORZAR LA REVOLUCIÓN, UN PUNTO DE APOYO PARA EL DESARROLLO CONTINUO DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO”.

       

        La analogía es particularmente impresionante: hace falta cerrar los ojos para no ver.

        Tanto más cuando Cohén Bendit declaraba en “Nouvel Observateur” (núm. 182), a propósito de la crítica a la Universidad, esta crítica:

 

NO ES EFECTIVA si no la hacen suya los explotados EN LA LUCHA REVOLUCIONARIA”.

       

        Habida cuenta de todos estos datos, ¿qué se debe hacer?

 

¿QUÉ HACER?

 

I. ¿Hace falta entrar en el movimiento para recuperarlo?

 

        Antes de contestar a esta pregunta; conviene analizar los métodos empleados por los actuales dirigentes de! movimiento revolucionario.

        Para mantener el movimiento revolucionario, objeto esencial, son utilizadas dos técnicas:

 

1. La reivindicación ideal, utópica.

       

        Se trata de proponer, entre reivindicaciones legítimas, una o varias reivindicaciones “ideales”, es decir, concebibles en el plano de las ideas, pero totalmente irrealizables en el campo de lo concreto.

        Por ejemplo, se exige la presencia de un abogado en cada examen oral, o de un colegio de tres profesores.

        O bien, como se ha pretendido en la escuela de odontología, se desliza, entre reivindicaciones razonables, la exigencia de la autonomía de la escuela, legítima en sí misma, pero que se la convierte en ideal irrealizable en cuanto se exija que sea concedida inmediatamente.

        O, incluso, se piden reformas completamente imprecisas, sin el menor contenido definido: “Democratización de la Universidad”, “Nuevas estructuras”, etc.

        Esta técnica permite hacer solidarias reformas saludables con esas proposiciones desmesuradas; es decir, que de ese modo o bien se anularán o minimizarán las reivindicaciones deseables, o bien se obligará a los estudiantes a participar, aun a su pesar, en la defensa de las otras.

        Ahí está el trabajo del Soviet.

 

2. El Soviet tiene su versión estudiantil: la comisión.

 

“Formad en todas partes comisiones”,

“Trabajad en comisiones”,

“Incluso si no estáis con nosotros, incluso si estáis en contra de la huelga, venid por lo menos a proponer vuestras ideas en las comisiones.”

 

        Tales proposiciones no dejamos de oírles desde hace una semana.

        La comisión resulta así el marco impuesto, con sus ritos de voto, de mociones, de elecciones y de responsables. Frecuentemente, los moderados, los adversarios un poco tibios son invitados a exponer sus ideas, incluso a ocupar presidencias.

        Técnica tradicional de la agitación marxista. Lenin, a quienes le escribían que los “blancos" en Ucrania se mezclaban a los soviets y participaban en sus trabajos, queriendo desviar el curso de las ideas, les replicaba que convenía dejarles hacer, ya que así participaban en la Revolución y, aun a su pesar, la mantenían.

        Es lo que hoy volvemos a ver, a un nivel más modesto, ejecutado de un modo estudiado, casi escolar.

        Se replica con frecuencia que “los debates son muy constructivos", las mociones muy “aprovechables”. Y esto es posible: pero al marxismo poco le importa.

        Pragmatismo puro, no quiere sino acción y más acción. No quiere sino hacer participar a las gentes en la acción que manipula, sean cuales fueren los motivos de su participación.

 

“No os debéis presentar a la juventud cristiana con proposiciones de lucha antirreligiosa”, escribía Galperin, “esto sería un gran error psicológico. Pero es fácil arrastrarla por alguna cosa, por la conquista del pan cotidiano, por la libertad, por la paz, por la sociedad ideal... En la medida en que nosotros atraigamos a los jóvenes cristianos en esa lucha por objetivos concretos, los arrancaremos de la Iglesia”.

 

        Por lo mismo, en las comisiones no se os pide en modo alguno que adoptéis mociones revolucionarias; se os pide simplemente que participéis. Y, después, cuando hayáis presentado vuestro texto, este estará al lado de otros menos aceptables o incluso perfectamente inaceptables. En nombre de la solidaridad se os pedirá que todos sean defendidos en bloque; luego, si ellos son atacados, se os pedirá que defendáis a los que promovieron la creación de dichas comisiones.

        Así, seréis llevados a defender a vuestro pesar ideas y gentes que recusaríais en tiempo normal, o bien seréis denunciados como “esquiroles” que rechazan participar en el movimiento. Es lo que acaba de ocurrir a esos estudiantes de medicina que no se habían percatado de esa técnica muy comprobada y muy eficaz de las “sociétés de penséé”, estudiadas por Agustín Cochin.

 

NO VAYÁIS, PUES, A LAS COMISIONES,

NO OS DEJÉIS EMBARCAR

POR AGITADORES POLÍTICOS

EXPERTOS EN SU TRABAJO.

 

        Es más, observad que estas comisiones hacen pensar de modo extraño en las mejores técnicas de “lavado de cerebro”; se habla sin cesar de todo y de nada, pero hay que hablar, mantener la agitación intelectual hasta que la inteligencia no sepa en absoluto a qué realidad debe aplicarse. Queda ensombrecida desde entonces en un idealismo, tanto o más intransigente cuanto más mutilado está de toda relación con cualquier dato concreto. Las comisiones acerca de “la reforma de las estructuras”, e incluso aquellas concernientes a problemas tan prácticos como es el de los exámenes, ofrecen sabrosos ejemplos.

        A la vista de estos datos, ¿qué acción debe emprenderse?

 

II. La acción a emprender.

 

  1. 1.Ya se trate de un “ensayo general” o de una Revolución, es preciso darse cuenta de la gravedad de la situación. Conviene, pues, contarse y ver quién está enfrente, estudiarlo para combatirlo mejor.  

  2. 2.Seguidamente, hay que denunciar el carácter falaz y revolucionario de los temas utilizados con fines políticos por los instigadores que tratan de embarcar a quienes no se hayan apercibidos.  

Es preciso demostrar, sin tregua, que todo el trabajo propuesto está trucado y que el objetivo real es muy diferente del fin invocado.

  1. 3.Es necesario proponer, fuera de las estructuras revolucionarias impuestas por los comités de huelga y mediante otros métodos, la verdadera reforma de la Universidad, contemplada no en lo absoluto, sino de conformidad a los datos existentes. Es un problema vasto que no podrá resolverse en cuarenta y ocho horas, ni en tres meses, ni a golpe de mociones.  

La Universidad totalitaria napoleónica está muerta. El problema de las libertades pedagógicas, escolares, universitarias en su totalidad es el que se plantea en toda Francia, en todos los grados de enseñanza, desde la elemental a la superior, de las enseñanzas técnicas a la agrícola, desde la cultura general a las especializaciones profesionales.

  1. 4.Hay que movilizar, y representar en fin, a un lado y fuera de las organizaciones revolucionarias, a la inmensa mayoría de los estudiantes. 

 

 

 

Escrito difundido en Francia durante los días de la Revolución de mayo último, por el "Comité Etudiant pour les Libertés Universitaires", C. E. L. U.

 

 

 

Αριστείδης

Esta transcripción fue hecha el 1 de diciembre de 2021,  con propósitos educativos.

 

Artículo original en

https://fundacionspeiro.org/revista-verbo/1968/65-66/documento-4679

 

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