Publicado por primera vez el jueves 8 de febrero de 2007; revisión sustancial el martes 29 de marzo de 2011.
Filósofo griego de Éfeso (cerca de Kuşadası en Turquía) que estuvo activo en el siglo V AEC. Heráclito propuso una teoría distintiva que expresó en lenguaje oracular. Es mayormente conocido por su doctrina de que las cosas están en cambio constante (flujo universal), los opuestos coinciden (unidad de los opuestos) y que el fuego es el material básico del mundo. La interpretación exacta de estas doctrinas es controversial, así como la conclusión que de ellas se suele extraer con frecuencia, de que en el mundo tal como Heráclito lo concibe, las proposiciones contradictorias deben ser ciertas.
Se sabe poco de la vida de Heráclito. La mayor parte de lo que se conoce consiste en historias aparentemente inventadas sobre su personalidad partiendo de sus escritos (Diógenes Laercio 9.1-17). Su nativa Éfeso era una importante ciudad de Jonia (costa griega de Asia Menor) que estuvo bajo control persa durante toda su vida. De acuerdo a una versión, Heráclito heredó el título honorífico de rey de los jonios, que abdicó en favor de su hermano. En base a sus observaciones políticas, se considera que favoreció el gobierno aristocrático en oposición a la democracia.
Su ciudad se encuentra cerca de Mileto, lugar donde vivieron los primeros pensadores reconocidos en la tradición posterior como filósofos, pero no existen registros de que haya hecho contacto con los milesios (Tales, Anaximandro, Anaxímenes), de haber recibido sus enseñanzas o viajado alguna vez.
Se cuenta que escribió un solo libro (rollo de papiro), el cual depositó en el gran templo de Artemisa en Éfeso. La historia es bastante verosímil, puesto que los templos a menudo servían como lugares de resguardo para dinero y otros objetos de valor, y no se conocen bibliotecas de la época de Heráclito. La estructura del libro es controversial; pudo haber consistido en un argumento relativamente consecutivo y coherente; por otro lado, los numerosos fragmentos (más de cien) que han llegado hasta nosotros no se relacionan claramente entre sí, a pesar de que probablemente forman una parte considerable de la obra. Por este motivo, es posible e incluso probable que el libro haya estado compuesto de aforismos y epigramas más que de la exposición continua de un argumento. En esta forma entonces, el texto lucía más como una colección de proverbios al estilo que acostumbraban los siete sabios que como un tratado cosmológico milesio. Teofrasto, quien conoció el libro, dijo que parecía estar a medio terminar y que era una especie de mezcolanza producto de la melancolía del autor. Diógenes Laercio informa que el trabajo fue dividido (no dice por quién) en tres secciones: cosmología, política (que incluye la ética) y teología (9.5-6). Los tres temas son tratados en los fragmentos, aunque con frecuencia es difícil distinguir los límites que la obra podría haber establecido entre ellos; ya que Heráclito parece ver una profunda interconexión entre ciencia, asuntos humanos y teología.
A diferencia de la mayoría de los primeros filósofos, se considera a Heráclito independiente de las diversas escuelas y movimientos que los estudiantes posteriores (algo anacrónicamente) asignaron a los antigüos y él mismo da a entender que es autodidacta (B101). Ha sido catalogado en diversas formas por comentaristas antiguos y modernos como un monista material o filósofo de procesos; un cosmólogo científico, un metafísico o un pensador principalmente religioso; un empírico, un racionalista, un místico; un pensador convencional o revolucionario; el desarrollador de la lógica o quien negó la ley de no contradicción, el primer verdadero filósofo o un antiintelectual oscurantista. Sin duda, el sabio de Éfeso seguirá siendo controversial y de difícil interpretación, pero los investigadores han logrado avances significativos en el entendimiento y valoración de su obra.
Heráclito no escatimó esfuerzos para romper con el pensamiento imperante en su época. A pesar de que fue influenciado en varias formas por el pensamiento y lenguaje de sus predecesores, incluyendo a los poetas épicos Homero y Hesíodo, el poeta y filósofo Jenófanes, el historiador y anticuario Hecateo, el gurú religioso Pitágoras, el sabio Bías de Priene, el poeta Arquíloco y los filósofos milesios; los criticó a casi todos, explícita o implícitamente, y forjó su propio camino. Rechazó la polumathiê o el acumular información sobre la base de que "no enseña entendimiento" (B40). Trató a los poetas épicos de tontos y a Pitágoras lo calificó como un fraude.
En los fragmentos, Heráclito no critica explícitamente a los milesios y probablemente los consideró como los más progresistas entre los pensadores que lo antecedieron. Sí critica tácitamente a Anaximandro por no apreciar el papel de la injusticia en el mundo (B80) y pudo haber expresado cierta admiración por Tales (B38). Sus afirmaciones suelen presentar críticas estructurales a los principios milesios, pero aun cuando hace correcciones sigue construyendo sobre las bases de este pensamiento.
El punto de separación básico de Heráclito con respecto a la filosofía anterior radica en el cambio del enfoque en lo cósmico a un énfasis en los asuntos humanos, a pesar de que prosigue muchas de las teorías físicas y cosmológicas de sus predecesores. Bien podríamos pensar en él como el primer humanista, aunque no parece haberle gustado demasiado la humanidad. Desde el inicio deja claro que la mayoría de la gente es demasiado estúpida como para comprender su teoría. Puede haber estado preocupado mayormente por la relevancia humana de sus teorías filosóficas, pero es un elitista como Platón, quien piensa que solo lectores selectos son capaces de obtener beneficios de sus enseñanzas. Tal vez por este motivo, al igual que Platón, no enseña principios filosóficos directamente, sino que los envuelve en una forma literaria que separa al autor de su audiencia. En cualquier caso, parece considerarse a sí mismo no como el autor de una filosofía, sino el portavoz de una verdad independiente:
Habiendo escuchado con atención no a mí mismo, sino al Logos, es sensato acordar en que todas las cosas son una. (B50)
Heráclito hace hincapié en que el mensaje no es de su invención, sino una verdad eterna disponible para cualquiera que preste atención a la forma en que es el mundo. "Aunque este Logos es universal", advierte: "los muchos viven como si tuvieran un entendimiento propio" (B2). El Logos (explicación, mensaje) es independiente de sus enseñanzas, pero él trata de transmitirlo a su audiencia.
La ceguera de los hombres es uno de sus temas principales. Lo anuncia al inicio del libro:
De este Logos, su ser para siempre prueba ser incomprensible a los hombres, antes y luego de haberlo escuchado. Porque si bien todas las cosas suceden conforme a este Logos, ellos son como los no experimentados experimentando palabras y hechos tales como los que yo explico cuando distingo a cada cosa conforme a su naturaleza y las muestro como son. Otros hombres no son conscientes de lo que hacen cuando están despiertos, así como olvidan lo que hacen cuando están dormidos. (B1)
Comienza advirtiendo que la mayoría de los lectores no van a entender su mensaje. La afirmación: "...distingo cada cosa conforme a su naturaleza y las muestro como son" es similar a la que usan los milesios, cuyos sus lectores por están durmiendo no van a entender el mundo que les rodea. Esto sugiere que Heráclito tiene algunas cosas que decir sobre el mundo natural, pero mucho más acerca de la condición humana.
No menos importante que el mensaje es la forma en que lo imparte a su público. Aristóteles dio cuenta de que ya en la primera frase del fragmento B1, citado arriba, la fuerza de la palabra "para siempre" no quedó clara, ¿va con las palabras precedentes o siguientes, con "ser" o con "prueba"? (Retórica 1407b11-18). Aristóteles consideró que esta ambigüedad era producto de una deficiencia en la comunicación de Heráclito, pero si prestamos atención al lenguaje veremos que la ambigüedad sintáctica es más que un accidente: es una técnica común que utiliza el filósofo para enriquecer sus palabras y dotarlas de una complejidad verbal única, propia de la poesía. Charles Kahn (1979:89) señala dos características generales del estilo de Heráclito: densidad lingüística y resonancia. La primera es su capacidad para colmar de múltiples significados una palabra o frase; la segunda, su habilidad de utilizar una expresión para evocar otra. Un ejemplo sencillo:
moroi mezones mezonas moiras lanchanousi.
Muertes mejores reciben mejores recompensas. (B25)
Heráclito utiliza aliteración (cuatro palabras que inician con "m" en una fila) y quiasmo (un patrón ABBA) para vincular muerte y recompensa. El segundo término refleja cual imagen de espejo al primero y ambos se fusionan, tanto en sonido como en significado. Otro fragmento se compone de tres palabras en griego:
êthos anthrôpôi daimôn.
El carácter de un hombre es su espíritu guardián. (B119)
La segunda palabra (en el caso dativo), "hombre", se encuentra en medio de dos objetos my disímiles entre sí: "carácter" y "espíritu guardían", puede unirse gramaticalmente a cualquiera de los dos términos y parece que la intención es que sea escuchada con ambos, así que cuenta dos veces. Debido a su doble función, "hombre" forma una especie de pegamento sintáctico entre objetos que serían de otra forma diferentes y los entrelaza en una unidad. En la tradición, tener un espíritu guardián bueno o malo constituye la "suerte personal": se es eudaimôn o dusdaimôn, afortunado o desgraciado, a merced del guardián divino. Heráclito transforma la suerte del hombre a una función de su carácter, su postura ética, cuando hace de "hombre" el vínculo entre ambos términos.
En última instancia, Heráclito envuelve sus palabras en capas de significado y complejidad que han de ser descubiertas a través de percepciones profundas y resueltas como acertijos. Tal como da a entender en la segunda frase de su introducción (B1), su logoi fue hecho para ser experimentado, no solo entendido y únicamente aquellos quienes lo experimentan en toda su riqueza podrán captar su mensaje.
A pesar de que busca acercarse de forma concreta, aunque indirectamente, al mundo; Heráclito se adhiere a algunos principios abstractos que lo gobiernan. Ya en la antigüedad era famoso por defender la coincidencia de los opuestos, la doctrina del flujo y su concepción del fuego como origen y naturaleza de todas las cosas. Platón ofreció una de las primeras interpretaciones de Heráclito, seguida tentativamente por Aristóteles y que ha sido popular hasta nuestros días (refinada y defendida enérgicamente por Barnes 1982, cap. 4). Según Barnes, Heráclito es un monista material que sostiene que todas las cosas son variaciones del fuego. Todo está en flujo (en el sentido de que "todo está siempre fluyendo en algunos aspectos", 69), lo que supone la coincidencia de los opuestos (interpretada como la afirmación de que: "Cada par de contrarios está consustanciado en algún lugar; y cada objeto consustancia al menos un par de contrarios", 70). La coincidencia de los opuestos, vista así, conlleva contradicciones que no se pueden evitar. En esta versión, Heráclito está bajo la influencia del monismo material de sus antecesores, asi como observaciones empíricas que tienden a respaldar el flujo y la coincidencia de los opuestos. En un tiempo anterior al desarrollo de la lógica, concluye Barnes, Heráclito viola sus principios básicos y hace del conocimiento algo imposible.
Es obvio que esta lectura no es caritativa con Heráclito y existen motivos para cuestionarla. En primer lugar, algunos de sus puntos de vista son incompatibles con el monismo material (en discusión más adelante), por lo que el trasfondo de sus teorías debe ser reconsiderado. En segundo lugar, existe evidencia de que la teoría del flujo tiene menos fuerza de la que se le atribuye en esta interpretación. En tercer lugar, existe evidencia de que sus opiniones sobre la coincidencia de los opuestos tienen menos fuerza de las que se le atribuyen en esta interpretación.
Barnes basa su lectura en una cita directa de Platón:
Heráclito, creo, dice que todo pasa y nada permanece, y al comparar las cosas existentes al flujo de un río, dice que no se puede entrar dos veces en el mismo río. (Platón, Cratilo 402a = A6)
El método académico establecido consiste en vericar la interpretación de Platón con las palabras de Heráclito, si existe la posibilidad. Existen tres presuntos "fragmentos del río":
B12. potamoisi toisin autoisin embainousin hetera kai hetera hudata epirrei.
En aquellos que entran en los mismos ríos otras y otras aguas fluyen. (Cleantes desde Ario Dídimo desde Eusebio)
B49a. potamois tois autois . . .
Entramos y no entramos en los mismos ríos; somos y no somos. (Heráclito Homericus)
B91[a]. Potamoi ... tôi autôi ...
De acuerdo a Heráclito, no es posible entrar dos veces en el mismo
río o entrar en contacto dos veces con un ser mortal en el mismo
estado. (Plutarco)
De estos tres fragmentos solo el primero tiene la densidad lingüística que caracteriza las palabras de Heráclito. El segundo comienza con las tres mismas palabras que B12, pero en ático, no el dialecto jónico de Heráclito, y la segunda oración no tiene relación gramatical con la primera. El tercero es evidentemente la paráfrasis de un autor famoso por citar de memoria en lugar de libros y es más, inicia en griego con la palabra "río", pero en singular. No existe evidencia de que repetir frases con variaciones sea parte del estilo de Heráclito (como sí ocurre con Empédocles). Comenzar con la palabra "río(s)" va en contra de la prosa griega estándar y en el supuesto de que todas las fuentes tratan de imitar a Heráclito, quien no se repite a sí mismo, estaríamos inclinados a elegir B12 como único y verdadero "fragmento del río", la única cita real del libro. Esta es la conclusión de Kirk (1954) y Marcovich (1967), basada en una interpretación que remonta a Reinhardt (1916). Se sugiere la autenticidad de B12 por las características que comparte con los fragmentos: ambigüedad sintáctica (toisin autoisin, "el mismo" en dativo puede interpretarse ya sea con "ríos" ["los mismos ríos"] o con "en aquellos que entran ["la misma gente"]; es decir, con lo que viene antes o después), quiasmo, pintura en sonido (la primera frase, por medio de diptongos y sibilantes, evoca el sonido del agua fluyendo), rima y aliteración.
Aceptar B12 como auténtico sugiere la descalificación de los otros dos presuntos fragmentos. La conexión teórica principal es entre "mismos ríos" y "otras y otras aguas". B12 es, entre otras cosas, una afirmación de la coincidencia de los opuestos, pero especifica a los ríos como uno solo. Esto es paradójico a primera vista, pero no hay razón para que sea falso o contradictorio. Tiene perfecto sentido: nombramos río a un cuerpo de agua precisamente porque consiste en aguas cambiantes, si las aguas dejan de fluir no sería un río, sino un lago o arroyo seco. En un sentido, el río tiene un tipo de existencia ciertamente notable, ya que permanece siendo lo que es a través del cambio de aquello que contiene (cf. Hume Tratado 1.4.6, p. 258 Selby-Bigge). Heráclito deduce una visión sorprendente de un encuentro cotidiano. Aún más, la ambigüedad de la primera frase sugiere otra interpretación: en las mismas personas que entran en los ríos, otras y otras aguas fluyen. En esta lectura son las personas quienes se mantienen iguales en contraste con las aguas en cambio, como si el encuentro con un ambiente en flujo contribuyera a la constitución del sujeto que percibe (ver Kahn 1979). B49a en cambio, niega que se pueda entrar en los mismos ríos (también lo afirma) y B91[a], como Platón en el Cratilo, niega que se pueda entrar dos veces, pero ocurre que si los ríos se mantienen iguales, se puede entrar dos veces en ellos, no en las mismas aguas por supuesto, pero sí en los mismos ríos. Por esta razón, los otros supuestos fragmentos son incompatibles con el fragmento certificado como genuino.
De hecho, Marcovich (1967) tuvo éxito en demostrar cómo una interpretación equivocada de B12 puede conducir a una lectura como la de A6 y B91[a]. Es posible ver a Cratilo, discípulo tardío de Heráclito, aportando la caprichosa versión y añadiendo a continuación su famosa réplica de que no se puede entrar al mismo río ni siquiera una vez (aunque esta lectura se puede remontar a Hipias: Mansfeld 1990: 43 - 55). Es probable que esta sea la fuente de la interpretación de Platón, ya que él asistió a las conferencias de Cratilo.
De ser esto correcto, el mensaje del fragmento del río B12 no es que todas las cosas están cambiando y que por eso no podemos encontrarlas dos veces, sino algo mucho más sutil y profundo. Significa que hay cosas se mantienen iguales solo por medio de su cambio. Una clase de realidad material de larga duración existe en virtud del constante reemplazo de su materia constituyente. Aquí lo constante y el cambio no se oponen, sino que su conexión es inextricable. El cuerpo humano se puede entender precisamente de esta manera, como el vivir y existir continuo en virtud del metabolismo constante; tal como Aristóteles, por ejemplo, lo concibió posteriormente. En esta interpretación, Heráclito cree en el cambio no como destructor de lo constante, sino paradójicamente como su condición necesaria, al menos en algunos casos (y probablemente en todos). En ciertos casos arquetípicos, estructuras de alto nivel sobrevienen en el flujo de material de bajo nivel. La lectura platónica aun tiene sus defensores (por ejemplo, Tarán 1999), pero ya no es la única defendida por los académicos.
La doctrina del flujo, caso especial de la unidad de los opuestos, apunta a la forma en que las cosas son y no son lo mismo a través del tiempo. Heráclito representa dos opuestos clave interconectados, pero no idénticos. En ocasiones, explica cómo las cosas tienen cualidades opuestas:
El mar es el agua más pura y más contaminada: pura y saludable para peces, impotable y nociva para los hombres. (B61)
Barnes piensa que Heráclito universaliza su doctrina de los contrarios usando calificadores en forma falaz ("para peces", "para los hombres"), pero B61 muestra que Heráclito está perfectamente consciente de esto y podríamos decir más bien que lo entiende tácitamente. Cuando dice:
Colecciones: totales y no totales; unidas, separadas; coreadas al unísono, coreadas en conicto; de todas las cosas una y de una todas las cosas (B10).
No se está contradiciendo. Existen contextos perfectamente válidos en los que todo lo que dice es cierto. Se puede dividir una colección en partes o juntarlas en un todo.
La explicación de cómo se conectan de los contrarios es reveladora:
Tal como lo mismo en nosotros vivo y muerto, despierto y dormido, joven y viejo. Pues estas cosas tras cambiar son aquellas y aquellas tras cambiar son estas. (B88)
Cualidades contrarias se encuentran en nosotros como "lo mismo", pero son lo mismo en virtud de que una se transforma en la otra: despertamos, despertamos para regresar a dormir, dormimos y luego despertamos, despertamos para regresar a dormir. Así, el sueño y la vigilia se encuentran ambos en nosotros, pero no al mismo tiempo ni en el mismo sentido. En efecto, si sueño y vigilia fuesen idénticos no habría lugar para el cambio que requiere la segunda frase. Los opuestos son una unidad en virtud de su constitución como sistema de conexiones: vivo-muerto, vigilia-sueño, joven-viejo. Los sujetos no poseen propiedades incompatibles al mismo tiempo, pero sí en tiempos distintos.
En general, lo que vemos en Heráclito no es la fusión de los opuestos en una identidad, sino una serie de análisis sutiles que revelan la interconexión de estados contrarios en la vida y en el mundo. No hace falta imputarle una falacia lógica. Los opuestos son una realidad y su interconexión es real, pero los opuestos correlativos no son idénticos entre sí.
A partir de los comentarios de Aristóteles, se considera que Heráclito es un monista material para quien la realidad fundamental es el fuego: todas las cosas son manifestaciones de fuego. Según Aristóteles, los milesios en general eran monistas materiales que defendían otros tipos de sustancia fundamental: en Tales el agua, en Anaximandro lo ilimitado, en Anaxímenes el aire (Metafísica 983b6-984a8); así que la teoría de Heráclito no era más que otra versión de la predominante en la época. Sin embargo, existen problemas con la comprensión aristotélica de los milesios, ya que Aristóteles no cuenta con evidencia textual de Tales y lo reconstruye casi a partir de la nada; en ocasiones trata a Anaximandro como un pluralista al modo de Anaxágoras que considera lo ilimitado una mezcla de cualidades; y en el mejor de los casos Anaxímenes pudiera ser ejemplo de monismo material, pero Platón lo identifica como pluralista (Timeo 39 con Graham 2003b; Graham 2003a). Las afirmaciones mismas de Heráclito hacen problemática la interpretación del supuesto monismo material. En esta teoría, algún tipo de materia es la realidad fundamental y cualquier variación del mundo consiste en sus cambios meramente cualitativos o posiblemente cuantitativos: existe una sustancia real única, el fuego por ejemplo, y esta sustancia no puede cobrar existencia o ser destruida, sino solamente cambiar de forma. En contraste, Heráclito deende un tipo radical de cambio:
Para las almas es muerte convertirse en agua, para el agua muerte convertirse en tierra, pero de la tierra nace el agua y del agua, el alma. (B36)
(Aquí "alma" parece ocupar el lugar de "fuego") El lenguaje de nacimiento y muerte en el mundo de los seres vivos es precisamente el que utiliza la metafísica griega para el llegar a ser y el perecer. Implica una transformación radical que descarta la noción de identidad continua (cf. B76, B62). Está claro que no se pueden admitir las dos opciones como simultáneamente válidas. Heráclito no puede creer en el flujo radical (el cambio de todo en todo lo demás: el fuego en agua, el agua en tierra y así sucesivamente) y defender el monismo al mismo tiempo. Es decir, debe creer en una forma meramente ilusoria o en el mejor de los casos limitada de cambio, o debe ser un pluralista.
El presunto monismo presenta la dificultad adicional de que el fuego (tal como reconocieron los antiguos) es el menos sustancial y más evanescente de los elementos. Es un símbolo más apropiado para el cambio que para la permanencia. Otros casos de monismo proponen un tipo básico de materia que es estable y permanente durante períodos largos de tiempo, pero el fuego "manifiesta necesidad y saciedad" (B65), una especie de consumo continuo que puede subsistir únicamente devorando combustible: ¾esta elección de realidad fundamental no es en si misma paradójica? La apelación al fuego parece más bien la utilización del monismo para sugerir una explicación de cómo el proceso de cambio es más real que las sustancias materiales que sufren dicha transformación.
Aunque Heráclito es más que un cosmólogo, ofrece una cosmología. Su afirmación más fundamental al respecto se encuentra en B30:
Este orden del mundo (kosmos ), el mismo de todos, ningún dios ni hombre lo ha creado, sino que fue, es y será siempre fuego eterno, encendido y templado en medidas.
Este pasaje utiliza, por primera vez en un texto griego conocido, la palabra kosmos ("orden") para significar algo como "mundo". Identifica al mundo con el fuego, pero especifica porciones encendiendo y otras templando. Aunque fuentes antiguas, incluyendo Aristóteles (En los Cielos 279b12-17) y los estoicos, atribuyeron a Heráclito la concepción de un mundo que renace tras ser destruido periódicamente por el fuego, este fragmento parece contradecir esta afirmación, como ya observó Hegel. Si el mundo siempre fue, es y será, no perece y regresa a la existencia, aunque porciones de él (medidas de fuego) sí se transforman constantemente.
Heráclito describe las transformaciones de los cuerpos elementales:
Transformaciones del fuego: primero mar, del mar mitad tierra,
mitad estallido de fuego. (B31[a])
El fuego se convierte en agua ("mar"), una mitad se convierte en tierra y la otra en "estallido de fuego" (prêstêr, una especie de tormenta ardiente). La porción que se convierte en tierra regresa como agua en la misma cantidad que tenía previamente. Heráclito concibe una transformación sujeta a reglas, del fuego al agua y tierra; este proceso es reversible y las cantidades relativas de las cosas se preservan. Existe pues, una especie de conservación de la materia o por lo menos, su cantidad total. Lo que permite la continuidad del mundo es el hecho de que cuando una porción de fuego se convierte en agua, otra equivalente de agua lo hace en fuego. El equilibrio global se mantiene aún si el agua que está ahora en el mar no es la que estaba antes. Esta imagen es similar a la del río que permanece igual a pesar de que su contenido material cambia siempre.
En esta visión del mundo, las transformaciones mutuas de la materia no son una característica accidental, sino la esencia misma de la naturaleza. Sin cambio no habría mundo. Heráclito parece reconocer el hecho en su elogio a la guerra y al conflicto:
Debemos reconocer que la guerra es universal, el conflicto es justicia y
que todas las cosas suceden de acuerdo al conflicto y la necesidad. (B80)
La guerra es el padre y rey de todos; en unos maniesta dioses,
en otros hombres; de algunos hizo esclavos y de otros hombres libres.
(B53)
Las fuerzas de los opuestos en conflicto, incluyendo aquellas de los cuerpos elementales, hacen posible al mundo y toda su variedad. Sin este conflicto tendríamos solo una uniformidad carente de vida. En el pasaje anterior Heráclito critica tal vez a Anaximandro por su opinión de que la justicia cósmica consiste en el castigo a poderes que sobrepasan sus límites (Anaximandro B1). La justicia no es la corrección de un exceso, sino el mecanismo entero de dominación de un opuesto sobre el otro.
Existe, sin embargo, una fuerza orientadora en el mundo:
El rayo gobierna todas las cosas. (B64)
La ferocidad del rayo es el símbolo de la dirección en el mundo. Anaximandro había utilizado ya la imagen del capitán del universo (Kahn 1960: 238). Heráclito lo identifica con el rayo, en sí un atributo de Zeus, dios de la tormenta. Los cambios forjados y simbolizados por el fuego gobiernan el mundo. El poder gobernante del universo puede ser identificado con Zeus, pero no de manera directa: "Un ser, el único ser sabio, podría y no podría ser llamado por el nombre de Zeus" (B32), y aquí la palabra usada para "Zeus" se puede traducir como "Vida". Heráclito, al igual que los milesios, identifica el poder dominante del mundo con la divinidad, aunque esta concepción no es la convencional.
Heráclito discutió algunos fenómenos meteorológicos y astronómicos. Estudió la desaparición y reaparición de la luna al final y comienzo del mes (Papiros de Oxirrinco LIII 3710 ii. 43-47 y iii. 7-11, la evidencia más clara de que tenía un interés científico en astronomía). Describió al sol y la luna como tazones llenos de fuego. A medida que el tazón de la luna rotaba ocurrían las fases correspondientes. Los eclipses eran resultado de una rotación de la parte convexa de los tazones en dirección a la tierra. No se cuenta con información sobre la tierra en sí misma, pero es de suponer que como sus predecesores, Heráclito la consideraba plana. Las evaporaciones de la tierra y el mar aparentemente proveían de combustible a los cuerpos celestes, que ardían como lámparas de aceite.
El poder divino se manifiesta en todos los fenómenos: "Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre, y se transforma de la misma forma que (el fuego) cuando se mezcla con especias, obteniendo su nombre de acuerdo con el aroma de cada una de ellas" (B67). Heráclito insiste con vehemencia en la unidad del poder divino, aún cuando la humanidad le asigna nombres y atributos diversos. Todas las cosas que suceden son buenas, pero los seres humanos no lo perciben asi: "Para Dios todas las cosas son correctas, buenas y justas, pero los hombres suponen que algunas son injustas, otras justas" (B102). Heráclito no tiene la intención de establecer una teodicea detallada, sino una sub specie aeternitatis en donde los conflictos (incluyendo probablemente los humanos) mantienen al mundo en marcha (B80, ya citado).
Platón sostuvo que en la filosofía de Heráclito el conocimiento se hace imposible por el flujo de los objetos sensibles, pero Heráclito no rechaza el conocimiento o la sabiduría que surge de una adecuada comprensión del mundo. Es cierto que cree que la mayoría de las personas son incapaces de alcanzar la sabiduría, debido a que el entendimiento es un bien raro y precioso que aun los sabios más renombrados no alcanzan (B28[a]), pero es posible y se concreta en su mensaje, disponible para quienes pueden comprenderlo.
Heráclito parece aceptar de alguna forma el valor de la evidencia obtenida por los sentidos: "Prefiero las cosas de las cuales hay vista, oído, experiencia". (B55). La vista es el mejor de los sentidos: "Los ojos son testigos más precisos que los oídos" (B101A). Sin embargo, en contraste con aquellos que ven el conocimiento como el acumular información o la sabiduría como una colección de proverbios, exige mucho más que sensación y memoria:
Aprender muchas cosas no enseña comprensión, de lo contrario habría enseñado a Hesíodo y Pitágoras, así como a Jenófanes y Hecateo. (B40)
Heráclito pasa revista en este fragmento a las principales autoridades de su época; vivos (los tres últimos) y muertos, que se ocupan del conocimiento religioso y secular, encontrándolos a todos deficientes. Gastan demasiado esfuerzo en recolectar información y no lo suficiente en captar su significado. ¿Qué clase de inteligencia o entendimiento tiene la gente?, se pregunta, "Ellos siguen a bardos populares y tratan a la multitud como su guía, sin darse cuenta de que la mayoría es vulgar y son pocos los nobles" (B104). Critica a Hesíodo: "El maestro de la multitud es Hesíodo. Ellos creen que él posee el mayor conocimiento: aquel que no entendió día y noche, que son una sola cosa" (B57). En sus mitos, Hesíodo trata Día y Noche como personas separadas que que se toman turnos para viajar mientras la otra permanece en casa. Esta explicación no capta la interconexión entre el día y la noche, falsificando así la realidad. Heráclito critica a Homero, Pitágoras y Arquíloco por incompetentes.
En general, sostiene que las personas no aprenden lo que deberían: "Muchos no entienden las cosas con que se encuentran, ni aprenden de sus experiencias, pero creen comprenderlas" (B17). De hecho, no procesan la información que reciben: "Habiendo escuchado sin comprender son como los sordos y esta frase los caracteriza: presentes están ausentes" (B34). Explica: "Pobre testimonio dan los ojos y oídos de aquellos hombres que tienen almas bárbaras" (B107). Un bárbaro era un no-griego. Así como un extranjero escuchaba palabras griegas sin comprender su significado, la mayoría percibía sin comprender el mundo a su alrededor. La percepción sensorial es necesaria para el conocimiento, pero no suficiente; sin la habilidad de descifrar la información de los sentidos, no es posible la comprensión.
¿Existe alguna probabilidad entonces de aprender los secretos del mundo? Heráclito no es del todo pesimista acerca de las capacidades cognitivas humanas: "Todos los hombres tienen una participación en el autoconocimiento y sensatez" (B116). Lo que se necesita no es más experiencia o más información, sino perfeccionamiento en la comprensión del mensaje (Logos ) que ofrece el mundo. En este contexto, la curiosa forma en que se expresa comienza a cobrar sentido. Sus afirmaciones se presentan como acertijos, enigmas y aperçus, que admiten dos o más lecturas y tienen significados ocultos. El lector debe comprender estos factores en su complejidad para luego descubrirlos como un todo. La lectura correcta de los fragmentos brinda una rica experiencia cognitiva, tal como sugiere el filósofo en su introducción (B1).
Heráclito presenta con frecuencia una situación concreta o imagen con implicaciones para nuestra comprensión del mundo: un río, un arco, un camino. No acostumbra generalizar o deducir consecuencias; sino que su método puede ser visto como inductivo, ofrece un ejemplo que sugiere principios generales. A diferencia de la mayoría de los filósofos, desafía el lado derecho del cerebro en lugar del izquierdo. No enseña en el sentido convencional, sino que ofrece material que ayuda en la comprensión y permite que sus lectores se eduquen por cuenta propia. Cita con aprobación el modelo de enseñanza religioso:
El señor cuyo oráculo está en Delfos ni revela ni oculta, sino que da una señal. (B93)
Los dictámentes del oráculo de Delfos no ofrecen respuestas claras, las personas se ven obligadas a buscar su interpretación. De igual forma, las verdades de Heráclito aparecen al lector atento como descubrimientos que surgen de la resolución de enigmas.
El objetivo de este inusual enfoque es crear un lector capaz de captar apropiadamente al mundo, así como su lugar en él. "Ser sensato es la más grande virtud y es sabiduría decir la verdad y actuar de acuerdo a la naturaleza de las cosas" (B112). Esta comprensión solo puede resultar de la capacidad de interpretar el lenguaje de la naturaleza, que permite actuar en forma armoniosa.
Heráclito insta a la moderación y autocontrol en forma un tanto convencional (B85, B43). También recomienda la meta griega convencional de buscar fama: "Los mejores eligen una cosa por encima de todo: fama eterna entre los mortales, los muchos hartan como borregos" (B29). La muerte en batalla es una clase superior de muerte (B24). Aquellos que beben en exceso humedecen y perjudican sus almas (B117), ya que un alma saludable está seca (B118). A mejores muertes mayores recompensas (B25). Los mentirosos serán castigados (B28[b]). "A los hombres que mueren les aguardan cosas que no esperan ni anticipan" (B27). Algunas de estas observaciones sugieren la creencia en una vida después de la muerte sujeta a recompensas y castigos, aunque está opinión es controversial (véase Nussbaum 1972). En cualquier caso, Heráclito considera al alma como el centro moral y cognitivo de la experiencia humana.
En teoría política, sostiene que un hombre bueno vale más que diez mil personas ordinarias (B49). Critica a sus conciudadanos por el destierro de un líder distinguido:
Los ciudadanos adultos de Éfeso deben ahorcarse, cada uno de ellos, y dejar la ciudad a los niños, puesto que han desterrado a Hermodoro, hombre preeminente entre ellos, diciendo: "Que nadie destaque entre nosotros y si esto ocurre que lo haga en otra parte entre otras personas". (B121)
Es obvio que confía en pocos y desconfía de los muchos. Las leyes buenas son reflejos de principios universales:
En buen juicio, nosotros debemos fortalecer el sentido común de todos así como la ciudad está fortificada por su ley y aún con mayor fuerza, puesto que todas las leyes humanas se nutren de la única ley, la divina, que prevalece tan lejos como es su voluntad y es suciente para todos y es superabundante. (B114)
La ley divina, en opinión de Heráclito, es probablemente continua con las leyes que gobiernan el cosmos y mantienen la justicia a través de la oposición (B80).
De Heráclito no se conocen estudiantes, pero sus escritos parecen haber sido influyentes desde una época temprana. Es probable que haya estimulado a Parménides en el desarrollo de una filosofía contrastante (Patin 1899, Graham 2002), aunque sus puntos de vista tienen mucho más en común de lo que generalmente se reconoce (Nehamas 2002). Empédocles parece haber apelado a temas heracliteanos, mientras que algunos tratados hipocráticos imitaron su estilo y presentaron aplicaciones de sus temas de interés. Demócrito se hizo eco de muchos de los pronunciamientos éticos de Heráclito en su propia ética. Desde los inicios el filósofo de Éfeso fue visto como el representante del flujo universal en contraste con Parménides, representante de la inmovilidad universal. Cratilo llevó la filosofía de Heráclito a Atenas, donde fue escuchada por Platón, quien parece haber hecho uso de su teoría (en la interpretación de Cratilo) como un modelo para el mundo sensible; así como utilizó la teoría de Parménides para el mundo inteligible. Como se ha mencionado, tanto Platón como Aristóteles mantuvieron que Heráclito violó el principio de no contradicción al proponer una teoría de conocimiento incoherente basada en el flujo radical, pero Aristóteles también lo calificó como un monista material coherente que postuló el fuego como principio fundamental. La física de los estoicos es inspirada por Heráclito, a quien entendieron como defensor de la destrucción y regeneración periódica del mundo a través del fuego; Cleantes en particular le dedicó comentarios. Enesidemo vio en él una especie de proto-escéptico (ver Polito 2004).
Heráclito es el filósofo del cambio desde la época de Platón. El reto para interpretarlo siempre ha sido encontrar una teoría coherente en sus expresiones paradójicas. A partir de Hegel ha sido visto como un filósofo de procesos paradigmático, quizás con cierta justificación.
El recientemente publicado Papiro de Derveni, descubierto en una tumba al norte de Grecia, tiene un comentarios sobre un poema órfico. El comentarista discute algunos pasajes de Heráclito en relación con el poema, específicamente, B3 y B94 (que pueden haber estado juntos en el libro de Heráclito) (columna 4). Ver Betegh 2004. Los Papiros de Oxirrinco (vol. 53,. No 3710) también muestran que Heráclito estaba interesado en la determinación de los días del mes lunar y por tanto, en cuestiones científicas. Ver Burkert 1993.
Cómo citar este artículo: Graham, Daniel W., "Heraclitus", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2011 Edition), Edward N. Zalta (ed.), [http://plato.stanford.edu/archives/sum2011/entries/heraclitus/]
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Bibliografía aumentada para este artículo en PhilPapers, con enlaces a su base de datos.
The Fragments of Heraclitus, con traducción y notas, mantenidos por Randy Hoyt.
Philoctetes, un sitio con varios recursos vinculados a Heráclito.
The Fragments of Heraclitus, traducido por G.T.W. Patrick (1889).
Heraclitus, sitio mantenido por el profesor James E. Mahon (Washington and Lee University).
Copyright 2011 by Daniel W. Graham
Esto es un ejercicio de traducción y ayuda para tareas de la U. La lección es traducir solo para aprender.
Perdí la referencia para los fragmentos en castellano, sugiero el Marcovich.
Y esta catorceava versión vive en paz desde el 16 dic. del 2013.
Antes de equivocarte o para la nueva versión o correcciones, me avisas por favor a [email protected]
Atte, Ari.