El universitario frente a la doctrina marxista

Carlos Alberto Sacheri

Colección Conferencias
Círculo de Acción Universitaria
Agrupación Misión
Buenos Aires
1976

Señoras y señores:

Nadie podía suponer hace apenas un par de meses, cuando comenzábamos a preparar lo que es hoy esta Jornada, la tremenda actualidad que iba a cobrar en el marco de la situación cultural argentina, este tema del marxismo dentro del orden universitario. Si bien muchas cosas eran previsibles; no podían preverse cabalmente una entrega en manos de grupos marxistas de las universidades de todo el país y de los medios de difusión social, medios de comunicación masiva, que configuran los dos pilares institucionales, orgánicos, de lo cultural en cualquier nación.

Esto no hace sino reforzar la importancia de los temas que ustedes van a abordar en esta Jornada. El marxismo es una de las tremendas realidades de nuestro tiempo y no sólo de nuestro tiempo en general, como miembros del siglo veinte, sino de nuestra Argentina de hoy en la cual nos toca asumir nuestras responsabilidades personales.

Vamos a encarar nuestro tema en dos puntos fundamentales. En primer lugar deberé poner el acento en los aspectos doctrinales del marxismo, analizando los puntos básicos de la doctrina marxista, y en segundo lugar estableceremos la relación entre el marxismo y lo universitario, lo cual permitirá un segundo paso más determinado hacia nuestros temas comunes, como universitarios que somos.

Definir en el corto tiempo de una exposición qué es el marxismo es en parte fácil y en parte difícil. El marxismo doctrinariamente hablando es una doctrina simple, y más que simple, simplista. Es un monismo filosófico de signo materialista. De ahí que la primera caracterización que hagamos del marxismo es la de un materialismo dialéctico e histórico. Lo primero a retener es que el marxismo no es una doctrina como cualquier otra doctrina. No es una mera "teoría". Como lo dicen coherentemente desde el mismo Marx hasta el actualísimo Mao es una "guía para la acción". La teoría marxista no tiene ningún sentido en sí misma en cuanto mera teoría. Es un esquema de acción, más aún un esquema de la acción o praxis revolucionaria. Uno de los caracteres más negativos del marxismo, y más negador de lo mejor de la tradición cultural del occidente greco-latino y cristiano, es, precisamente, esa supremacía permanente de la acción sobre el pensamiento, de la praxis sobre la teoría. El marxismo desprecia a la teoría como tal. Es una actitud vital, una actitud ciega (por las razones que veremos), sumergida en la acción por la acción misma.

En primer lugar, entonces, consideremos el marxismo en cuanto esquema materialista. En la historia de occidente ha habido muchas doctrinas materialistas a lo largo de 25 siglos, pero Marx y Engels despreciaron en repetidos textos a todos los materialistas anteriores, calificándolos de materialistas ingenuos.

Ellos se presentan como los postuladores del único y verdadero materialismo científico (sobre todo Marx, no habla nunca del materialismo dialéctico). Siempre hablan del materialismo científico, es decir, de un materialismo fundado, según ellos, en las últimas conclusiones de las ciencias positivas, que tanto auge comenzaron a cobrar en la primera mitad del siglo pasado. Este anhelo era bastante lógico, y merece cierto aplauso; sin embargo, la elaboración teórica del materialismo dialéctico se resiente del positivismo que caracterizó el clima científico y cultural del siglo pasado, sobre todo en lo que hace a las ciencias sociales, tanto a la sociología de Augusto Comte, como a la antropología cultural de Morgan y otros autores.

Desde el punto de vista de un materialismo consecuente, como es el marxismo leninismo, toda realidad supone un único principio que es la materia, todo es materia. Esa materia está dotada de las mismas características fundamentales con que la teología católica ha definido al ser supremo, Dios. La materia marxista es eterna e infinita. Es principio de todo movimiento. Es esencialmente acto puro, ser en el cual la esencia y la existencia se identifican. Ese universo material está pues dotado de ciertas propiedades, no sólo la eternidad, y la infinitud, sino principalmente la del automovimiento. La materia se mueve a sí misma. Ustedes preguntarán ¿cómo se explica ese misterio? Yo les diré que ese misterio no se explica, porque no es un misterio; es un absurdo. Nadie da lo que no tiene. Pero de todos modos, el marxismo postula ese automovimiento indefinido de la materia, sin principio ni fin. La materia deviene, va cambiando, se va transformando a sí misma sucesivamente, incesantemente. Y va adquiriendo con el transcurso del tiempo nuevas propiedades. Va dando según la segunda ley dialéctica, "la transformación de la cantidad en cualidad", va adquiriendo nuevas condiciones, propiedades, lo que nosotros llamaríamos una nueva esencia, y ello permitiría "explicar", que la materia, de inanimada se convierta un día en materia animada, es decir, dé lugar a la vida, y que la vida desposeída dé razón, un buen día dé lugar a la existencia humana como ser viviente racional.

En definitiva, todo esto en el marxismo no son sino meras postulaciones. El marxismo que ya lleva un buen siglo de existencia, nn ha aportado ni podrá aportar la menor prueba que fundamente estos meros postulados.

Uno de los grandes problemas que afronta el materialismo marxista es la explicación del ser humano, de la capacidad de pensar del hombre, y de la condición libre del ser humano. Según Marx y Engels, en la "Ideología alemana" y otros textos paralelos, la conciencia no es sino materia; la conciencia en el sentido de la razón humana o la condición pensante del hombre.

Dicen, textualmente, que el conocimiento no es sino la realidad exterior, es decir el mundo material que nos rodea, traspuesto en el cerebro del hombre, por la connotación material que tiene la referencia al órgano mismo del sistema nervioso.

Esto lleva al marxismo a una serie de incongruencias. Por un lado, si la conciencia es materia que piensa, es una materia un poco distinta de la materia exterior. Es una materia que en cierto modo se desdobla a sí misma. Porque nosotros tenemos conciencia psicológica cuando conocemos las realidades del mundo exterior, que las poseemos en cierta manera en nosotros mismos, cuando poseemos el concepto de mesa, lámpara, etc., sin que por ello esos objetos sigan existiendo tal cual eran en el mundo exterior.

Esto lo pueden encontrar desarrollado en un trabajo del jesuita Joseph de Vrieres sobre la teoría del conocimiento. Con relación al materialismo dialéctico, hay un punto fundamental en el que nunca se insistirá lo suficiente, y es el carácter dialéctico. La dialéctica es la noción fundamental del marxismo porque es la que nos muestra, no sólo su verdadera dimensión desde el punto de vista teórico, sino sobre todo (dado que el marxismo es esenciamente una praxis revolucionaria), el contenido práctico de técnica o metodología de la acción.

En este sentido la dialéctica se caracteriza por una negación contradictoria de todos los elementos de la realidad, así como el ser se contrapone (por contradicción estricta) al no-ser, la vida a la muerte, lo racional a lo irracional, lo mortal a lo inmortal, etc., según el marxismo, para explicar estas realidades antinómicas a partir de un único principio —que postula es la materia—, es indispensable encontrar un mecanismo que permita pasar de lo inanimado a lo animado, de lo irracional a lo racional, etc., y ese elemento, Marx y Engels, lo encuentran en el idealismo absoluto de Hegel, precisamente en su noción de dialéctica.

Dicho sea entre paréntesis, desde el punto de vista estrictamente filosófico, Marx y Engels, no ignoran esencialmente, casi nada con relación al idealismo de Hegel, lo modifican en parte, pero baste considerar, y eso es fácilmente constatable por cualquiera de ustedes, que las tres nociones fundamentales, que son la dialéctica, la de alienación, y la de trabajo, se encuentran explícitamente en la "Fenomenología del espíritu" de Hegel. El hallazgo verdadero de Marx que será robustecido por Lenin, va a ser precisamente el ver cómo esa dialéctica abstracta de Hegel se convierte en un instrumento revolucionario de primera categoría por su eficacia.

LA DIALÉCTICA O EL CAMBIO POR EL CAMBIO

Esa dialéctica, ese devenir o cambio dialéctico que anima la materia, hace que la materia vaya adquiriendo formas sucesivas, aun las formas más contrapuestas. Lo cual tiene una aplicación práctica muy concreta; mediante el recurso a lo dialéctico, es decir, a lo contradictorio, un militante marxista puedo justificar (con pretensión de explicación o justificación teórica) cualquier viraje táctico que deba adoptar o crea conveniente adoptar, frente a la situación concreta y cambiante. Así, por ejemplo, el dirigente comunista del partido comunista francés Maurice Torez, en nombre de la misma dialéctica marxista, justificó en vísperas de la segunda guerra mundial, la confraternidad alemana-francesa, hasta que Adolfo Hitler decidió invadir Rusia: en ese momento la amistad germano-francesa, en nombre de la misma dialéctica materialista, se transformó en la profundísima y no menos dialéctica enemistad germano-francesa, dado que Hitler había invadido a los rusos.

Esto es muy importante de ver porque sobre todo en el ambiente universitario (no me refiero tanto a los estudiantes, sino a los mismos profesores o "intelectuales"), al perder de vista que el marxismo es una praxis revolucionaria, y no una teoría como los demás, se pierde de vista la esencia misma del marxismo, y se intenta encontrar explicaciones, refutaciones y análisis lo más detallados posibles, mientras las universidades y las instituciones culturales van siendo tomadas por esa misma praxis revolucionaria a la cual se insiste en no ver en su condición de tal, de praxis, de método de acción. ¿Cuál es la aplicación práctica de este esquema dialéctico? En esta época donde el término cambio está en la boca de todo el mundo, creando o contribuyendo a una confusión generalizada, el marxismo en el fondo, todo este devenir dialéctico, puede reducirse a la idea del cambio por el cambio mismo.

El marxismo no tiene una visión clara de los fines, no tiene una finalidad como tal, una finalidad en términos del bien en la metafísica tomista, en el sentido de un bien, de una perfección, de una meta a alcanzar porque es buena en sí misma. No, el marxismo desprecia la noción de fin, pero en el fondo, como nadie puede vivir sin fines, lo que mueve, lo que constituye el motor esencial de la dialéctica marxista, es el odio de lo religioso, el odio de lo sobrenatural, el odio del bien absoluto. Por eso el ateísmo es consustancial a la doctrina marxista, el marxismo no puede tolerar lo religioso, como no puede tolerar la auténtica espiritualidad, aun en sentido natural, en el sentido de la cultura, en su verdadera dimensión. Por eso el marxismo deforma permanentemente lo mejor de la tradición pagana de Grecia y de Roma, porque han sido históricamente los pilares naturales en las cuales ha venido históricamente a injertarse la revelación cristiana en nuestra civilización. Entonces el marxismo está en contra, por las razones que daré de inmediato, del fin sobrenatural supremo del hombre, y de los bienes naturales superiores del ser humano, que son medios indispensables para que el hombre acceda al verdadero fin de su vida que es el Dios trascendente del Evangelio.

En esta mentalidad del cambio por el cambio, el marxismo se habitúa a despreciar todo lo anterior por el simple hecho de ser anterior. Esta mentalidad del cambio por el cambio, es de tan universal aplicación que es uno de los... —no digo argumento o pseudoargumentos, porque es más psicológico que lógico- es más una cierta actitud que una argumentación racional propiamente dicha, que ha penetrado en la misma iglesia, hace despreciar veinte concilios en nombre del Vaticano Segundo, que despreciemos toda la tradición teológica de la Iglesia en nombre del último Rahner o de Küng, o de quien sea, ¿por qué? Porque son "la última palabra", y en nombre de la última palabra, de la última novelería, estamos despreciando definitiva y rotundamente toda la elaboración doctrinal de muchos teólogos y santos o teólogos santos doctores.

Tal mentalidad está terriblemente difundida, y a ello se suma todo el empleo, el abuso de los medios de comunicación social que agudizan y generalizan a nivel del espectador medio esta mentalidad del cambio por el cambio. Basta prender cualquier canal de televisión para comprobar cuántas veces aparece la palabra cambio en la propaganda comercial, como un ingrediente indispensable para vender mayor cantidad del producto xx. "Hay que estar en cambio por lo tanto tome tal vermuth", "hay que estar en el cambio, cómprese la camisa a rayas", etc., etc. Todo eso se hace en nombre del cambio.

Entonces, el cambio, hoy por hoy en la mentalidad media ambiente, se transforma en la categoría suprema a la cual hay que sacrificar toda idea, toda nostalgia romántica de valores permanentes, de verdades absolutas, de valores por los cuales uno pueda jugarse, porque están más allá de uno mismo, y por eso mismo valen la pena que reciban nuestros propios sacrificios, nuestros propios esfuerzos. Entonces, la idea de dialéctica en el marxismo, es esa idea fundamental —en una primera aproximación que es todo lo que podemos hacer aquí— del cambio por el cambio mismo. Lo que importa es cambiar.

Por eso el marxismo a nivel de psicología humana lleva a un desarraigo mental absoluto. Es muy difícil ser un marxista serio, es muy fácil ser un bobo engañado por el marxismo; si el marxismo seduce a muchos, el marxismo también desencanta a muchísimos. Son miles y miles los militantes comunistas que han abandonado el partido. Pero de ellos no se acuerda ni una "primera" ni "segunda plana". Lo abandonaron el día que vieron que habiendo entrado al partido comunista porque pensaban que era un medio de "justicia social" o de "liberación" luego vieron que era un instrumento de esclavización metódica del ser humano.

LA ALIENACIÓN O ANTROPOLOGÍA DEL MARXISMO

Un punto fundamental además del de dialéctica es la noción marxista de alienación. La alienación marxista se encuentra formulada, primeramente en los "Manuscritos de 1844". Es otra palabra que dada la tradicional frivolidad porteña, está en boca de todo el mundo. ¿Quién se resiste a la seducción de la palabra alienación? Entonces hablamos de las alienaciones de Carlitos Gardel, de las alienaciones de Evita, de las alienaciones del empleado público que va a pasarse vacaciones a Mar del Plata. Conste que no son invenciones de mi fantasía, sino obras de Juan José Sebrelli, y de otros "nobles" productos de la cultura argentina.

La palabra alienación tiene un contenido sumamente eficaz de grandes consecuencias para la mentalización del futuro militante marxista. La alienación supone reducida a su quinta esencia una relación de dependencia.

El marxismo (sobre esto volveremos más adelante) nunca plantea los problemas en términos de justicia o injusticia. Son contadísimas las menciones de las palabras, "justo", "injusto" en la abundantísima obra, que son más de cuarenta tomos de Marx y Engels. Lo que condenaban, lo condenaban por razones, pero nunca en términos de justicia o injusticia. Esto no es casual. La alienación supone una relación de dependencia según nosotros injerta, según la cual un individuo pasa a depender de otro individuo, transfiriéndole, espontáneamente, gratuitamente, un cierto bien. En este sentido, y esto trae como consecuencia que en virtud de esa transferencia de ese bien, y daré ejemplos de inmediato, el primer sujeto depende del segundo.

Es como si yo dijera que yo le regalo mi reloj a un amigo mío, yo transfiero libremente mi reloj a un amigo, pero como necesito saber de tanto en tanto qué hora es, entro a depender de él, porque tengo que preguntarle, ¿qué hora es?, etc. Por el simple hecho de un acto gratuito, una donación de un cierto bien (hay bienes de distintas especies en estas transferencias alienantes) entro a depender del otro. Insisto, Marx no plantea esta dependencia en términos de injusticia. Nosotros lo haríamos así pero a Marx no le conviene, porque le quita el carácter absoluto a esta idea de la alienación.

Hay cinco formas de alienación. La alienación económica es por así decir la más radical, porque es el germen, la raíz de odas las demás alienaciones. Marx la llama la infraestructura basada en las económicas de producción. El bien transferido aquí es la propiedad. Yo reconozco a otra persona que tiene un llamado derecho de propiedad sobre cierto bien. En virtud de eso al reconocerle yo que esa persona tiene un derecho de propiedad sobre dichos bienes yo me privo a mí mismo del posible uso de esos mismos bienes, pero como esos bienes me son indispensables en mayor o menor medida para la conservación de mi existencia, yo entro en relación de dependencia con esa otra persona a quien he erigido yo mismo en propietario de dichas tierras.

Tal es la alienación económica, centrada en el derecho de propiedad y por eso en el "Manifiesto comunista" de 1840 Marx y Engels dicen textualmente que la doctrina comunista puede resumirse en la siguiente proposición: abolición de la propiedad privada. La alienación económica genera la alienación social centrada en la idea de clases, pues en la medida que hay un grupo de gente que posee, y un grupo que no posee, el hecho de la posesión de bienes materiales, hace que una serie de actividades sociales sean posibles al grupo de poseedores y no sea posible al grupo de los desposeídos. Por ejemplo, quien posee bienes puede educar a sus hijos en determinadas instituciones, puede frecuentar determinados clubes sociales, puede realizar ciertos viajes, etc. Eso configura un distanciamiento progresivo de la clase poseedora con relación a la clase desposeída. Pero esto no basta, es menester seguir reforzando la cadena de las alienaciones, y, para sentirse más seguro siempre dentro del esquema marxista, surge la alienación política-jurídica, representada en la idea del Estado.

El Estado según Marx no es sino el instrumento de opresión (recuerden los comunicados del ERP), el instrumento de opresión en manos de las minorías privilegiadas para sujetar a los desposeídos. Es decir el Estado es definido como un instrumento de opresión; y por eso, habrá de desaparecer si algún día llegara a tener la utópica "sociedad sin clases". Pero allí no para; la dinámica de las alienaciones prosigue. No basta desposeer al hombre de los bienes económicos, de las diferencias sociales, de los derechos civiles y políticos, sino hay que privarle de su propia mente, entonces aparece el ideólogo o filósofo, y tenemos la alienación ideológica. ¿Qué hace? Elabora un esquema conceptual, un determinado modo de pensar, que justifica la existencia del Estado, que hay alguien que debe mandar, que todos somos iguales, pero no tanto, que la propiedad es un derecho y por lo tanto uno debe respetar el derecho de los demás, etc., etc.

Por último llega a la alienación religiosa. La alienación religiosa, por la cual un cierto sector de seres humanos —que son el clero—, instrumenta una creación imaginaria —que es Dios—, para fortalecer la alienación ideológica y privarle al hombre de todo recurso, de toda forma de conciencia posible sobre su propia miseria. De ahí la expresión de Marx "la religión es el opio del pueblo", la expresión es técnicamente perfecta, aunque sea perversa en su contenido. El opio adormece y no destruye, atonta, embota los sentidos, quita capacidad de reacción. Un drogado no tiene el dominio de sus movimientos corporales, y mucho menos un dominio de su capacidad intelectual. Lean a los ojos de esta alienación religiosa que es la más total y la que cierra el ciclo de estas cinco alienaciones, lean el sermón de la bienaventuranzas, todas las parábolas más sublimes del Evangelio. "Bienaventurados los humildes, bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, bienaventurados los pacíficos" es la suprema imbecilidad en términos marxistas. Es la doctrina más perversa, porque es decirle al hombre que está sometido a toda clase de injusticias, "no se aflija, si hay que sufrir, sufra un poco más, aguante un poco más que en el cielo le van a dar el ciento por uno. No se da cuenta que esta vida es un valle de lágrimas, lo que interesa es el cielo que se nos promete por toda la eternidad". El Sermón de la Montaña aparece como la suprema mentira, en términos de la alienación marxista. Porque es privar (vemos reaparecer aquella perspectiva crudamente materialista) al hombre de toda capacidad de reacción con la promesa de un falso espejismo, llamado el cielo, visión beatífica, etc.

Se hace que el hombre no tenga capacidad para reaccionar frente a las injusticias, las miserias, a los dolores de esta vida, hablándole de otra vida. Y entonces uno tiende a soportar lo actual con la ilusión de una esperanza futura. Por eso teologalmente hablando, la gran rebelión del marxismo es la rebelión contra la virtud de la esperanza. El marxismo niega la esperanza sobrenatural del Sermón de la Montaña, porque dice que eso es la quinta esencia de la alienación religiosa. Es la gran utopía del catolicismo, esa promesa de un más allá, de una eternidad gloriosa sin fin, viendo a Dios cara a cara. Pero el marxismo por otra parte, nos promete una verdadera utopía llamada la sociedad sin clases, la sociedad donde nadie mandará a nadie, porque no habrá estado. La sociedad donde nadie enseñará nada a nadie porque no habrá ideólogos y filósofos. La sociedad donde habrá una abundancia de bienes que todos producirán espontáneamente, donde cada uno se dedicará a hacer lo que quiera durante el tiempo que quiera, y como quiera, y no crean que exagero en absoluto. En eso Marx y Engels han sido muy prudentes con relación a cómo funcionará la famosa sociedad sin clases. Pero hay un texto clave donde se dice lo siguiente: "llegada la sociedad sin clases —a la cual se define como paraíso de la libertad—, el hombre podrá dedicarse dos días a la caza, a la pesca y al día siguiente hará lo que quiera". Fíjense que para una sociedad industrial y proletaria, los ejemplos dados de la caza y de la pesca, son muy poco industriales y bastante rousseaunianos, se resienten de un olor a buen salvaje y liberal.

La perversidad de esta doctrina de las alienaciones reside en lo siguiente (insisto en este tema, porque es uno de los más embaucadores de la doctrina marxista): todos nosotros conocemos individuos que abusan de sus bienes; todos conocemos, como pudo haber constatado Marx, y no digo Adán y Eva pero la generación inmediatamente siguiente, las diferencias sociales, frivolidades, ciertas injusticias, ciertos círculos cerrados sin fundamento real por concesiones a la moda, la vanidad mutua, a la ponderación mutua; todos nosotros podemos citar más de un caso de abuso de la autoridad, de ejercicio inadecuado de poder político y de todas las formas de autoridad que no sean meramente la política. Todos nosotros podremos citar más de un caso de doctrinas erróneas, de profesores poco competentes o incompetentes. Todos podemos citar ejemplos de ministros del Señor que no están a la altura de su sublime vocación. Eso es real, y eso es la base, la constatación de esas realidades negativas, pero tangibles, es lo que da fuerza y apariencia de verdad a toda esta aberración de la doctrina marxista de las alienaciones. Porque el sofisma es muy simple. Marx postula una división sistemática en dos grupos antagónicos, y aquí aparece nuevamente el elemento dialéctico. Dos grupos, uno blanco y uno negro, uno todo positivo y otro todo negativo.

Marx no dice "hay quienes abusan de la propiedad", dice "toda propiedad es injusta", en consecuencia debemos abolir la propiedad. No dice hay selecciones, frivolidades, diferenciaciones sociales, unas legítimas y otras ilegitimas, no; dice "toda diferenciación, toda estructuración en clases es ilegítima, por lo tanto debemos marchar hacia la sociedad sin clases". No distingue entre el uso y el abuso del poder político; dice, todo estado es esencialmente malo, esencialmente tiránico, y por lo tanto en la sociedad sin clases no habrá estado.

Toda ideología será barrida, salvo el pequeño materialismo dialéctico, como de costumbre. Toda religión deberá desaparecer, no quienes abusan o mediocrizan los valores religiosos. La división es siempre entre dos grupos antagónicos irreconciliables y aquí pasamos de la doctrina marxista que hemos estado viendo hasta ahora al concepto más fundamental que es el de la praxis. Todo esto no es sino la estructura, el andamiaje, por así decir, el andamiaje seudo lógico, porque en el fondo es una serie de incongruencias que rayan en lo absurdo en más de un caso para justificar la elaboración de una praxis sistemática.

Es como si dijéramos, bueno, porque mi chico se rompió la cabeza andando en bicicleta, solución: quememos todas las bicicletas. Eso es cierto que soluciona un aspecto mínimo del problema, a saber, que si quemáramos todas las bicicletas del mundo, ningún chico se rompería la cabeza andando en bicicleta, pero es evidente que se romperían la crisma de veinte mil modos distintos. ¿Cuál es la solución natural y cristiana? enseñarle a andar bien, correctamente en bicicleta. La solución marxista es una supresión, esto es muy importante que lo tengan en cuenta. Toda "solución" marxista es una negación, nunca incluye un elemento positivo y por lo tanto una solución propiamente dicha. ¿Cuál es la solución al problema económico, incluso a las injusticias del liberalismo económico, mal llamado capitalismo a secas, sino capitalismo liberal como debiera ser denominado? La supresión de la propiedad privada.

¿Cuál es la solución natural y cristiana? La regulación moral del uso de los bienes económicos. El marxismo suprime, porque parte de una concepción pesimista del hombre. El hombre es incapaz del uso recto de los bienes económicos, es incapaz de un uso responsable y de un espíritu de servicio en la aceptación de diferencias naturales que se dan entre los distintos grupos que integran la sociedad. Para el marxismo el hombre es incapaz de ejercer el poder de un modo justo, adecuado en función del bien común. Es incapaz de estructurar un orden jurídico en términos de justicia objetiva, es incapaz de conseguir una doctrina en función de una verdad trascendente, que sirva de guía para la acción habiendo sido previamente una metafísica del ser mediante la cual aceptamos la realidad en toda su diversidad. Metafísicamente hablando diríamos que el marxismo implica una concepción unívoca del ser y no una concepción analógica del ser (pero esto sería materia de una conferencia aparte).

El marxismo destruye la religión. El orden natural y cristiano supone la exaltación de los valores religiosos en espíritu de servicio, no en espíritu de dominación o de vanidad. ¿Entonces el marxismo qué hace? Delimita dos polos dialécticos, blanco y negro, inferior-superior, proletariado versus propietario, clase desposeída versus clase poseedores, grupos civiles sin derechos versus estado dominador, individuos que reciben esquemas mentales sofisticados versus ideólogos que fabrican esos esquemas, etc., y produce un antagonismo irreconciliable, en lo cual consiste la praxis dialéctica. No es otra cosa que la conocida expresión de la "lucha de clases". La lucha de clases no es sino la división de la realidad humana social, cultural, religiosa y económica en dos grupos antagónicos irreconciliables. De modo tal de llevar mediante un condicionamiento psicológico de la opinión pública a un antagonismo, a un enfrentamiento total, de modo que uno anhele, así casi subconscientemente, la victoria del sujeto o grupo al cual se califica de poseedor de todas las virtudes, y se desea que triunfe rotundamente hasta la destrucción del grupo calificado como negro, o sea aquél en el cual se concentrarían todos los defectos, miserias, injusticias.

¿Qué es a lo que ha llevado la dialéctica en el campo de lo religioso? A desear la victoria del progresismo, ¿sobre quiénes?, sobre los cavernícolas del integrismo, hasta la destrucción del integrismo. Y esto ha pasado en la mentalidad media: "usted es un integrista", por lo tanto, "usted es un hombre de segunda clase", "un cristiano de quinta categoría", "con usted no se puede hablar". "No, usted, está en contra del cambio", "usted está en contra del Vaticano Segundo". Ahí se terminó. No hay caridad fraterna, no hay hermanos separados, los humanos separados son los separados de este otro lado, pero con el católico pseudo-cavernícola, de la guerra psicológica contemporánea no hay diálogo: no hay apertura, no hay caridad fraterna posible. ¿Y éso qué es? La praxis marxista, es marxismo práctico, lucha de clases.

Eso ya lo señaló Daniélou, en un artículo que se reprodujo en el diario "La Prensa", de Buenos Aires, en julio de 1970, donde hablaba de la introducción en el seno de la Iglesia del esquema marxista de la lucha de clases; si bien no lo desarrollaba en estos términos, creo que esto, digamos, le da mayor coherencia a su afirmación que es trágicamente exacta. De este modo, esta concepción bipolar de las relaciones de alienación hace que necesariamente un grupo tenga que destruir al otro grupo, no cabe una conciliación...

Y por eso volvemos ahora, sobre lo que dije que el marxismo elude sistemáticamente la referencia a lo justo e injusto que son tan elementales en el lenguaje humano corriente. Porque si uno introduce la valoración de lo justo e injusto destruye totalmente esos dos únicos polos dialécticos. Yo no puedo dividir la realidad entre la gente que no posee nada y la gente que posee, sino que tengo que ver que estará la gente que posee muy poco, y la gente que posee y utiliza bien, y la gente que posee y abusa de lo que posee. Entonces ya tendríamos tres elementos con los cuales ya la dialéctica no funciona más, porque habría que ver cómo se suman, quién se suma a quién. No podría decir que quien ejerce justamente su derecho de propiedad es el enemigo irreconciliable de quien posee menos o de quien no posee. Lo mismo tendría que decir en las distintas formas de la alienación.

El marxismo se nutre de la injusticia, el marxismo quiere la injusticia. Si no se entiende esto jamás se podrá entender esa frase admirable y profética de Pío XI en "Divini Redemptoris", en 1937, que tiene más actualidad hoy, que la mucha que ya tenía en ese año, cuando dice, después de una exposición sintética y de una claridad admirable de la doctrina marxista, dice "por ello el comunismo es intrínsecamente perverso".

¿En qué consiste la intrínseca perversidad del marxismo? En que ese repudio, en ese tener que nutrirse de lo injusto, no puede anhelar la justicia y les doy la razón porque es muy simple de entender, lamentablemente las cosas más simples son las que menos se difunden, no digo ya por televisión sino aun en otros medios de tradición más decente. Se nutre de la injusticia ¿por qué? Tomemos el ejemplo usual en los "slogans" marxistas. El empresario que paga menos de lo que debe en forma de salario a sus obreros. El obrero supongamos que exige cien pesos la hora, pero el patrón le paga cincuenta. En nuestros términos eso es justo, lo que el obrero pediría en ese caso, ganar cien pesos por hora, esto será lo justo, el patrón que paga cincuenta, evidentemente comete una injusticia grave. El marxismo se sirve de ese elemento de justicia, de esa natural reivindicación del obrero frente a su patrono, para exacerbar el odio dialéctico del obrero contra su patrono. Para hacer que el obrero trate de pulverizar, de destruir al patrono, los bienes del patrono, etc. ¿Qué es lo único que no le interesa al activista comunista? Que el patrono pague cien pesos al obrero. Pues si le paga cien pesos al obrero, se terminó la revolución social.

Entonces, ¿cómo va a llegar el comunismo al poder? Es sencillísimo (pero no lo dice prácticamente nadie) el comunismo necesita la injusticia. Como lamentablemente todos brindamos convenientemente más de una ocasión o circunstancia de injusticia, estamos nutriendo la artillería del comunismo internacional en esa misma medida en que somos fuentes de alguna injusticia por pequeña que sea. Pero el marxismo se nutre, avanza sobre la injusticia, pero no para superarla, para transformarla en cosa justa. No. Para agudizar las injusticias. Lo que necesita es que la injusticia sea cada vez mayor, porque lo que le interesa es agudizar la tensión social, el conflicto social. El conflicto social una vez llevado a una tensión máxima, estalla en forma de lucha revolucionaria.

Entonces se produce lo que estamos viendo suceder en estas dos últimas semanas, en el plano (por ahora) de la estricta actividad cultural: el copamiento de las universidades, copamiento de facultades, universidades e instituciones afines. A ver cuántas instituciones copé, copé la Subsecretaría de Educación, copé el Consejo Nacional de Educación, copé la Comisión de Geoheliofísica, la Comisión de Energía Atómica, etc. ¿para qué?, para mostrar mi vigencia revolucionaria. Lo que está en juego es realmente trágico, porque afecta la concepción misma de nuestra condición de seres humanos y nuestro sentido de vida.

El marxismo por lo tanto, es intrínsecamente perverso porque se nutre de la injusticia y fomenta la injusticia en todos los planos de la vida. Y así es como en virtud de su contenido materialista, el marxismo despoja al hombre de su condición de ser espiritual por cuanto la conciencia no es sino materia traspuesta en el interior del ser humano. Le quita toda dimensión espiritual, trascendente porque la religión es el opio del pueblo, le quita su dimensión de ser libre y responsable porque el hombre del materialismo histórico no es sino el juguete de lo que los marxistas llaman "el sentido de la historia", que es el sentido marxista de la historia, de ningún modo el sentido natural y cristiano de la historia. El hombre es un juguete del determinismo histórico.

Y ese determinismo es lo que da esa fuerza de convicción, ese espíritu de profecía, que tiene la doctrina marxista, y que es seductora a pesar de su fragilidad que he tratado de condensar en esta exposición, a pesar de los tremendos baches en cuanto a coherencia lógica de la doctrina marxista, sin embargo tiene esta ventaja y tiene ese poder de seducción, ya que en el caso de la cultura contemporánea, la doctrina marxista aparece como la única que tiene una dimensión y pretensión de totalidad, es la única doctrina que tiene una respuesta para nosotros falsa, pero tiene una respuesta al fin, para todas las actividades del ser humano.

¿Díganme qué le queda al hombre, una vez que le suprimamos la alienación religiosa, la alienación intelectual, la alienación política, la alienación socia!, y la económica? ¿Qué queda?, una pura energía laboral, una pura potencia, una capacidad de trabajo, y no por eso debemos extrañarnos de que las economías soviéticas sean economías de trabajo forzado. ¿Qué mayor paraíso para el hombre desalienado del comunismo internacional, que trabajar 24 horas al día sin compensación, simplemente para mantener la máquina en movimiento dialéctico?

El trabajo forzado es la triste traducción práctica del "homo faber", exaltado por Marx. De esa autocreación que el hombre lograría a través del trabajo humano como lo dice Marx en los manuscritos del 44. ¿Qué queda al hombre sin religión, sin cultura, sin política, sin economía, sin sociedad?, no queda absolutamente nada, y el marxismo nos lleva a la supresión de lo religioso, a la supresión de lo ideológico, de lo político, de lo social y de lo económico. ¿Por qué reemplaza todo eso? Absolutamente por nada. Por la utopía, siempre lejana, siempre futurible de la sociedad sin clases.

Pasamos ahora brevemente al punto de la conexión del marxismo con la universidad.

MARXISMO Y UNIVERSIDAD

Este punto parte de una constatación lamentable que es la crisis de las inteligencias vacías. Siempre se ha dicho sobre todo en ambientes dinerables, en ambientes más bien prósperos, económicamente hablando, que el marxismo progresa en los estómagos vacíos. Eso es una grave equivocación. El marxismo progresa en relación directa de vacío mental, no del vacío estomacal. Algo de eso puede verse en la Argentina que es un caso muy particular del universo contemporáneo, no me animo a decir único, pero sí muy particular, donde los obreros son anticomunistas y los universitarios son comunistas. ¿Por qué eso...? Y no es único el caso: ¿por qué el obrero norteamericano no es comunista, y el intelectual, el profesor, el best-seller norteamericano lo es, y si no es marxistoide no es best-seller, ni es promocionado, etcétera.

Esa realidad de las cabezas vacías es universal, lo que no es tan universal es que la clase obrera sea anticomunista, por ahora.

El marxismo aprovecha de una trágica carencia de nuestra institución universitaria, es decir, de la universidad moderna a secas, y todo lo que hubo en la universidad en general vale con creces para la universidad argentina en particular, de esa indiferencia en la cual se nos ha formado, indiferencia frente a las doctrinas, a las ideologías. El marxismo aprovecha de la universidad liberal y nuestra universidad prácticamente nace liberal, en 1820. Incluso, si pensamos en la universidad de la colonia ya estaba predispuesta, como lo prueba el excelente trabajo del padre Guillermo Furlong sobre el nacimiento de la filosofía en el Río de la Plata, mostrando que ya la doctrina tradicional no era sino muy poco tradicional. La filosofía escolástica, se llamaba Descartes y compañía en la Universidad de Trejo. Nuestra universidad fue liberal y lo fue por una razón muy comprensible desde un punto do vista liberal. Porque el liberalismo en la Argentina y en todo hispanoamérica presenta a lo largo de su historia esta aparente incoherencia, o esta real incoherencia, desde el punto de vista teórico, pero muy eficaz desde el punto de vista práctico.

Y es que los mismos cultores del librecambismo escolar argentino en todos sus niveles, son los mismos defensores del estatismo escolar argentino en todos sus niveles. Y lo mismo ha pasado en la Argentina y en toda América del sur y central hasta Méjico inclusive. Es una asombrosa coincidencia que tiene la misma raíz y es la necesidad que tenían los grupos dirigentes, de inspiración liberal, de sujetar las mentes de las jóvenes generaciones, para no permitirles la apertura hacia un ideario no liberal, de modo tal de que no hubiera una nueva generación de dirigentes con mayor sensibilidad social, con mayor espíritu de servicio al bien común, que se apartara del liberalismo y por lo tanto terminara comprometiendo los intereses egoístas de las generaciones anteriores.

Esto logra la reforma universitaria de 1918, cuando la universidad argentina estaba llamada a una profunda transformación, cuando ya hacia 1910 una admirable y muy poco conocida generación de laicos católicos militantes entre los cuales, y cito uno por no citar muchos, se encontraba el gran jurista Héctor Lafaille, intentaron fundar la universidad católica allá por 1910, se encontraron con la oposición de todos los gobiernos liberales. Porque veían en eso, en la existencia de una institución universitaria católica la otra campana que era absolutamente necesario no dejar repicar.

El marxismo procede del mismo modo, el marxismo necesita el monopolio exclusivo de la propaganda y la lucha eficaz contra el marxismo comienza a tener gran éxito cuando uno logra hacer sentir su tímida y pequeña voz individual frente a todos los sonoros altoparlantes de la propaganda marxista. Cuando hay otra campana ya la gente comienza a recuperar su condición de ser racional y comienza a pensar, a no dejarse invadir por los slogans.

Entonces la universidad liberal con su indiferentismo, con ese culto de la indiferencia por la verdad objetiva y trascendente, vació las inteligencias. El subjetivismo y el indiferentismo propios de la actitud liberal frente a la vida se hizo presente en el universitario y en general, dado que el universitario, sobre todo en un país joven, poco poblado, de gran inmigración como ha sido el nuestro, estaba llamado a ocupar, como de hecho sucedió y no siempre para bien, los puestos de la mayor responsabilidad en la conducción de los asuntos públicos.

Si esos nuevos grupos forjados por la universidad de la reforma hubieran tenido otra cosa que los cuatro o cinco postulados utópicos de la reforma del 18, la patria estaría en otras manos, y el marxismo no estaría tan infiltrado y tan ubicado como lo está actualmente. Pero ese vacío doctrinal, fruto de la falsa tradición del liberalismo universitario, ha hecho que el marxismo, como cuenta con esa pretensión de doctrina total, dé solución a todos los problemas habidos y por haber, seduzca a las mentes vacías.

Este problema se da mucho más hoy, en la Argentina juvenil, en 1973, que hace 20 o 25 años. Porque hace 20 ó 25 años uno recibía todo un bagaje a través de los Cursos de Cultura Católica, y de las generaciones que continuaron su labor a través de los años, que no fueron demasiados, pero que aun hoy se pueden rastrear en sus consecuencias como la enseñanza religiosa en las esencias; y también recibimos mucho de la prédica de la Acción Católica cuando era pujante en cuanto acción y en cuanto católica. De todo eso, de todo ese bagaje, los que todavía no hemos alcanzado los noventa y cinco años todavía seguimos viviendo; pero ustedes se dan cuenta que el muchacho que hoy tiene entre 18 y 25, es decir, el muchacho o la chica que están en situación universitaria, no han recibido, sino muy indirectamente alguna herencia de ese tipo. No la han recibido directamente. Y entonces: ¿qué reciben directamente?, reciben la única literatura que se vende a trescientos pesos en cualquier quiosco de la Capital, que es el marxismo de Spivacov, del Centro Editor de América Latina, ahora será el marxismo de la nueva Eudeba bajo García Lupo, etc.

Si a eso sumamos los medios de comunicación social, en manos de los Gené y compañía, de clara afiliación ideológica marxista, ¿cómo sorprendernos de que nuestra juventud vaya inclinándose más y más en la adhesión al ideario marxista bajo las antigüedades de una liberación mal entendida, de un socialismo terriblemente equívoco, etc.? Son caminos que se abren hacia la confusión mental, y la confusión mental tiene como heredero al marxismo sistemático.

El marxismo hereda y es su gran fuerza, el marxismo tiene la virtud de heredar todas nuestras cobardías, nuestras limitaciones, nuestras confusiones mentales, nuestras indiferencias, el marxismo capitaliza todo esto. ¿Por qué? Porque el marxismo anestesia, hace lo mismo que él critica en lo religioso de ser opio del pueblo, el marxismo anestesia las mentes con sus "slogans" de propaganda.

Hoy en día, se defenestra a todos los profesores de la universidad nacional; so pretexto ¿de qué? De colaboradores de la dictadura. Hoy en día se defenestra a los investigadores de mayor reputación en el país, y en el mundo entero, so pretexto de aliados del imperialismo capitalista. ¿Ahora cuál es la relación real de todo eso? Mínima o nula, en muchísimos casos absolutamente nula. Y esto tiene la fuerza de un "slogan", es decir, la fuerza puramente psicológica de una mentira machaconamente reiterada por todos lados. A eso sumemos algunas técnicas un poco más materialistas, pero no menos eficaces, como la que fue objeto uno de los más distinguidos profesores de la Universidad de Buenos Aires, el cual encontró, el día viernes pasado, una hoja de apunte escrita, puesta sobre el volante de su coche, donde se le decía —día viernes— que si el día lunes no entregaba su renuncia como profesor titular, su hija sería violada y degollada. La hija era alumna de la facultad. Por supuesto, el profesor vino a consultarnos en el fin de semana y ¿qué le pudimos decir? Que él no tenía mayor alternativa. Y renunció el lunes a la noche.

El marxismo no tiene ningún problema de medios. Y esto, en la Argentina, junio 1973, Ciudad de Buenos Aires.

Y esto sucede. En la Facultad de Derecho un profesor fue rodeado por doscientos alumnos. Consecuencia: fue ligeramente empujado y 48 horas después padecía un síncope del cual afortunadamente se ha recuperado parcialmente. Y eso sucederá en todos los próximos días, no nos engañemos, dado que uno de los nuevos líderes del marxismo revolucionario, instaurado por el señor Rodolfo Puiggrós de tradición marxista excesivamente conocida en los últimos 40 años, ha dicho que los alumnos deben exigir las renuncias a los profesores titulares. Fíjense la sutileza, aparte de la brutalidad y la comodidad del propósito, porque no hay nada más cómodo para un decano que recibir con los pulgares en el chaleco, las renuncias espontáneas de los profesores titulares provocados por los jóvenes alumnos enfurecidos.

Pero, fijémonos en esta cosa: ¿Por qué se hace la dialéctica con los profesores titulares? Eso es arbitrario, ¿por qué los titulares y no los adjuntos y por qué no todos los profesores a secas y los ayudantes de trabajos prácticos? ¿O no son verticalistas? Esto se refleja, en lo que en la jerga comunista de partido se llama la estrategia del "salamín"; es decir, uno, los embutidos ¿cómo los corta? Rodaja a rodaja. Y entonces, así ocurre en el frente popular y en todas las amalgamas donde el comunismo trata de ensartar otros grupos que por confusión o por temor, por quedar bien, o por tratar de sacar tajada en provecho propio, se suman a un determinado operativo. Pero a medida que el embutido se reduce, el extremismo reaccionario cada vez es menor; los matices de diferenciación son menores, pero no interesa porque uno puede seguir cortando hasta que quede uno solo, que es el grupo comunista militante. Esto es lo que se está dando en la universidad y en la cultura argentina.

Como todos nacimos en alguna época, fíjense, que es como si dijéramos, bueno, descartados todos los nacidos antes de 1940; como me dijo un amigo mío hablando de otro que lo había llamado por teléfono y le preguntó: Decime, ¿cuántos años tenés?, y le dijo, 44 años. ¡Ah! Sos demasiado viejo para ser ministro. Entonces ahí hay un límite de calendario así, sistemáticamente fijado porque se da el antes y el después, el pro y el contra, el blanco y el negro, hay que oponer permanentemente un grupo a otro grupo.

Fíjense en este sentido y para terminar, que el marxismo se presenta en el plano de la universidad con distintos ropajes, diversos rótulos, hay agrupaciones de tipo trotskista, agrupaciones llamadas de peronismo de izquierda, agrupaciones de franja morada, etc, Es decir, los rótulos pueden multiplicarse cuarenta veces que da igual. En el fondo, lo que interesa es esto. El marxismo, en última instancia, es siempre el mismo. El marxismo es comunismo, es decir, marxismo-leninismo.

Si dijéramos que el marxismo es el cuadro teórico, las grandes tesis doctrinales, el comunismo, el marxismo-leninismo es la aplicación práctica, la técnica subversiva de la conquista del poder. Lo que interesa al marxismo es la toma del poder. En este caso están tomando el poder cultural que es uno de los mayores poderes del mundo, especialmente en el mundo contemporáneo, por la gran vigencia que tiene lo cultural a través de los medios.

Lo que interesa es lo que se dice en mal porteño: "tener la manija", ese es el fin de la acción marxista. Nunca le pregunten a un marxista por qué quiere tener la manija, porque no tiene respuesta. "Para la liberación", "para la humanidad futura", "para las generaciones que todavía no nacieron". Cuatro frases vagas. Nunca le pidan una solución y si se la piden, nunca se la pidan con la esperanza de tener una respuesta adecuada. Yo le cambio todo lo que quiera, yo le libero como usted quiera, pero dígame para qué y cómo lo va a hacer. Ninguna respuesta, silencio total. "Usted es un reaccionario, un cavernícola." "Vos sos la contra", "sos un aliado de la dependencia", "un cultor de los capitalismos"; en fin, cualquier clase de barricada para taparle la boca a uno.

Lo que vivimos es una guerra psicológica, es una guerra psicopolítica, porque se trata de paralizar los reflejos más naturales y más espirituales del hombre: su condición de ser libre y responsable; para paralizarlo, anestesiarlo, es decir, quitarle eficacia de respuesta y de acción, mientras los grupos, siempre minoritarios del comunismo, bajo cualquier rótulo o etiqueta, copan y ocupan el terreno; ocupan los centros de decisión, ocupan Eudeba porque es una editorial importante del quehacer cultural argentino; ocupan la Universidad de Buenos Aires y todos sus decanatos, porque la Universidad Nacional de Buenos Aires sigue siendo, mal que nos pese, una especie de punto de referencia inimitable en el panorama de la universidad argentina; y así, sucesivamente.

Ellos toman el poder, ocupan el terreno, ¿por qué? Porque se saben pocos, son pocos y además no son terriblemente eficaces, ni terriblemente preparados como creemos nosotros por no saber nada del marxismo y por no conocer realmente la realidad palpable.

Fíjense el papel que hace el marxismo en este momento en la escena cultural argentina. Cómo es rector un Rodolfo Puiggrós que ha pasado —lo cito y no es falta de caridad, lo he pensado mucho antes de referirlo— de una clínica bajo tratamiento alcohólico y que llega beodo al rectorado de la calle Viamonte al mediodía. Y ejemplos semejantes, ¡que no son los últimos! ¡Qué ejemplo dan! ¡Qué ejemplo da el novísimo interventor Kestelboim de la Facultad de Derecho, cuando dice a los alumnos que se liquidará el ciclo básico, porque el ciclo básico discriminatorio es clasista, imperialista y antiliberador, y que tienen que pedir las renuncias a sus profesores y que las paredes de las clases quedan muy bonitas pintadas al aerosol. Eso lo acaba de decir, hace cuarenta y ocho horas con gran escándalo del alumnado, les anticipo, porque el alumnado será confuso mentalmente pero no es idiota y reacciona bien ante la gravedad de esos disparates.

Pero el marxismo en estos momentos nos está mostrando todas sus debilidades, y a pesar de estar mostrando todas sus debilidades se las ha arreglado tan bien como para copar al menos por un buen momento, prácticamente la universidad argentina.

El marxismo, por lo menos en nuestro país, peca por exceso de precipitación. Como son pocos y saben que no hay respuesta favorable, que todavía él pueblo argentino tiene reflejos de salud mental mínima como para repeler la cosa marxista en cuanto marxista, apenas lo nombra. Tienen que avanzar lo más posible, tienen que quemar las naves rápidamente para tratar de dominar la situación, y como eso es difícil, muchas veces fracasa. Pero en nuestras manos está que ese fracaso se dé. En nuestras manos, exclusivamente. Con ayuda de Dios, pero en nuestras manos. Y esto servirá de conclusión de mi tema, ya excesivamente largo.

Quiero terminar con una sola consigna que está en el espíritu de todos y que todos deberán retomar: Lo que se nos exige hoy, como cristianos y como argentinos, no es ni más ni menos que una militancia heroica, y en nuestra condición de universitarios, dado que lo que está en juego es precisamente una alternativa doctrinal para el país. La gran opción entre el marxismo y el cristianismo, dado que el liberalismo ha llegado a sus últimas consecuencias históricas, la gran opción que se impone a la Argentina hoy en 1973, es la Argentina marxista o la Argentina católica. Entonces lo que se nos pide a cada uno de nosotros y a todos en conjunto es una militancia heroica, créanme que no exagero en absoluto el contenido de mis palabras y este heroísmo tiene consecuencias evidentemente grandes para cada uno de nosotros.

Leía, hace unos días, un texto de San Pablo, de esos textos que son tan terriblemente simples de la Escritura y que uno nunca se cansará de meditarlos y dice esto San Pablo hablando de la redención: "Sin sangre no hay redención". Yo no creo jugar a la fácil profecía —porque son hechos que ya se están ando en la realidad argentina—, en la Argentina de 1973 correrá mucha sangre; y si nosotros los católicos, universitarios católicos no estamos dispuestos a dejar correr nuestra propia sangre en una militancia heroica, la Argentina será marxista y no será católica. En nuestras manos está eso. Sin sangre no hay Redención, y lo que vale en el orden estrictamente sobrenatural para el cual habla San Pablo de la Redención de Cristo, vale también para la Redención secular de una Argentina, de una sociedad tradicionalmente cristiana que debe reencontrarso definitivamente a sí misma en el sendero del cual la apartó el liberalismo de nuestros abuelos.

Si la Argentina no reencuentra, definitivamente, rotundamente, el cauce de su mejor tradición católica va a caer necesariamente en la revolución marxista, como está cayendo, al menos, en estos primeros tanteos en el plano de la cultura. Todo el mundo marcha a esto, pero no por los postulados gratuitos del marxismo, sino por nuestra inercia, por nuestra fatiga en el combate.

Si la gente supiera desde hace veinte años, el ABC del marxismo, si supiera cómo procede el marxismo, si supiera realmente cuáles son sus técnicas de acción, sus argumentos, sus "slogans" de propaganda más reiterados, más seductores, etc., el marxismo no tendría mayor vigencia en nuestro país. Nuestro país, nuestro pueblo rechaza instintivamente el marxismo. Esto está visto por los mismos marxistas. Codovilla, Puiggrós, en alguna otra época reconocen que el comunismo en la Argentina, penetra sí, por las instituciones culturales, por la universidad, por las instituciones de la mente, de la cintura para arriba, penetra en el vacío mental de generaciones de jóvenes mal formados y de universitarios ideológicamente confusos.

Entonces, eso ¿cómo se supera?, se supera con una militancia nuestra. Y termino recordando otro texto muy paulino de las "armas de la justicia". Recordemos que las armas de la justicia son armas de justicia, pero tienen acero muy afilado en la punta. Nada más.


Nota

Esto es una transcripción que hice del original en Archive.org, porque estaba casi ilegible. No incluí subrayados. El libro tiene además una presentación y biografía, por Enrique Morad.

Αριστείδης
8 de noviembre de 2020

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